Moizés Azaña
Filósofo y poeta; tiene virtudes sin embargo. Ha obtenido algunos reconocimientos que va olvidando, ha publicado ciertos libros sospechosos, ama y cuida a su madre Enriqueta, muere por las noches y no siempre resucita, en su corta vida practicó, sin demasiada fortuna, el amor decimonónico, el Sturn und Drang y la puntualidad limeña, le gusta jugar con sus sobrinos nietos y suele amar el tamal y el pan con palta fuerte.
Foto: Vanesa Elsa Zamudio
ESCENA SÉPTIMA
DESCANSO ETERNO
Acto I
Qué sucede
si una casa se cae
si se derrumba
a pedazos
si el techo sucumbe
ante la mirada de todos
y nadie puede hacer nada
nada
ni la oración
ni el ruego
ni dios
nadie
logra impedir
que se caiga
Acto II
Tiembla la casa
desliza su odio
bajo ladrillos sin dientes
y hay gritos en las columnas
y corazones en las botellas que
alguien abandonó en el techo
y los pies corren por salvar sus zapatos
entonces sabemos que todo es inútil
en este paraíso de humanos
viejos ornatos esculpidos en forma de perros
aquí
allá
los años de mordedura
han carbonizado la sala los almanaques
las ausencias
y continúa despedazándolos
el océano entra a las habitaciones
carcome los sarros
ensucia la grasa
todo es cucaracha y tiempo enmohecido
la casa va cayendo
como caen los abismos
casa
abismo
casa
tus ojos son un pedazo de alquiler
habitada en esta avenida sin escaleras
cuatro millares de azulejos
bolsas de costillas / de polvo
toneladas de relojes
que la ventana que la
puerta que los
pasadizos que los
baños que
habría que doblar los fierros
desvestir la armonía vestida de impureza
Y los sudores se escapan
como se escapan las cárceles de los hombres
quieta en sus años
no podemos hacer nada
para no verla venir abajo
vamos quedando solos
en esta avenida que nunca estuvo con nosotros
y ya no jugamos a las pelotas
y ya hemos dejado atrás los trompos
los dinosaurios los antes de cristo
y esta casa
es carcomida por paraísos de los que nunca nos hablaron
y las canicas son juegos pleistocenos
cae
por
pedazos
y uno se pregunta si más bien no es uno el que cae
cae
cae la casa
se cae como también han caído los naufragios
de éxtasis a vacío
de abajo arriba
fantasma por fantasma
Y solo te queda mirar
espectador de falsedades
a esta verdad que te arroja entre sus plantas
y la vida cuesta
y la vida duele
violenta inundación de gestos olvidados
terrible monotonía crucificada en un instante
y estamos
todos
océanos elefantes desperdicios
todos
dios barcos naufragios soledades
todos
condenados
a vivir
ESCENA QUINTA
A ORILLAS DEL NAUFRAGIO
(o después del naufragio)
Acto I
dios
dime
que dios existe
hazme creer
que hay un espejo
y que todos los días
te peinas
sentado de pie
con humanidad con rencor
tus canas inmortales
dios
llévanos lejos
constrúyenos otra prisión
en la que no hagamos el amor entre los fierros los
temblores los óxidos los instantes
no inventes la derrota
antes de caer por nuestras propias manos
líbranos de tu eterno bien
si no es mucho pedir
líbranos de toda eternidad
el amor es una llave que asume el abismo con demasiado esmero
que la oración de tu mirada muerta
no sea más dura que el infinito
que las promesas duren más que dos segundos
más que un ocaso en el que te arranco todas tus orillas
que las derrotas nos sitúen más hermosos en el primer instante
sobre todo en el último
locura informalidad inexperiencia de cuatro viejas eternidades
terrestre valentía de caminar sin zapatos sobre el abismo
dios
dinos que dios existe
toca nuestra frente a mediodía
nuestra puerta a medianoche
y derriba esta soledad innumerable
que crece sola y limpia
entre nuestros ladrillos a la hora del almuerzo
en una cena en la que solo hablan las moscas
en nuestra habitación tras cerrar la puerta
no pongas más abismos sobre la mesa
coloca en nuestras palabras las palabras que vayan
más allá del caos la bulla o el silencio
que nuestra familia sea una familia después del minuto y medio
que las cóleras tengan la ternura
de una insolente tarde de septiembre
no destruyas lo que ya no tenemos
ubica al frío metal
agonizante y espumoso
en la otra orilla
que podamos verle la cara al naufragio
danos tu nombre y reza
arrodíllate con nosotros
nosotros tus elevados girasoles
buscadores de un pedazo de inagotable fuego
considéranos más que el vacío que adorna tu marchito infinito
considéranos
dios
en todo caso
dinos que dios NO existe
ofréndanos
si quieres
colmillos espinas
pero dios
sácanos de tu cárcel
llévanos lejos
de este mar
llévanos
allá
al mundo
de los naufragios
antes de que el sol
regrese
todo el tiempo
y permite que dejemos
semillas en el espejo
puede que a lo mejor nazca
una casa un camino
y volvamos a continuar
desde otras viejas orillas
de cero
de menos uno
y rodeemos
este océano
antes de que caiga
y nos quedemos
sin más desastres que nosotros mismos
elefantes
desnudos
frente a mil espejos
Acto II
Mejor pongamos a dios bajo nuestras suelas
y pisemos fuerte
más fuerte
que se quemen nuestras llagas
carguemos el mar
hacia otro mar en que
no esté preñada la nostalgia
de incumplimiento
de tísicas tentaciones portadoras de oquedades
uñas escarbando el universo que se esconde
que quede claro
pasando lista a todos los olvidos que hemos dejado
sobre el escritorio bajo la vereda
podemos decir al fin que
ya nadie más quiere inundarse
sucios entusiasmos de tres de la mañana
los pelícanos han quedado solos en esta playa
inmensidades alegres con olor a bestiario
¿qué más podemos decir si frente a nosotros están
estas palabras que ya nadie oye?
hay que decirlo
este invierno ha quedado solo
hay que decirlo
sigue la flecha →
la melancolía nos ha extraviado