Con el pausado tono de voz que lo caracteriza, el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán contó que no tiene rituales ni secretos a la hora de escribir y que ‘La ciudad y los perros’, de Mario Vargas Llosa, fue un libro clave en su camino como escritor. Paz Soldán, una de las voces más importantes de la narrativa latinoamericana, estuvo hace unos días en Lima para presentar su reciente libro ‘Tiburón‘, una antología personal de relatos publicada por el Fondo Editorial de la Universidad César Vallejo y la editorial Animal Invierno, y que desde aquí recomendamos con emoción.
En sus propias palabras, se trata de una selección de «los cuentos más representativos de todas las épocas, incluso algunos de mi libro más reciente ‘Las visiones'». El también escritor de ‘Río fugitivo’ reconoce que «un autor no es necesariamente el mejor antologador de su propia obra, pero ‘Tiburón‘ al menos puede dar una idea de cómo leo hoy mi propio pasado, cuáles y cuántos son mis relatos preferidos».
Raymond Carver decía que la escritura es un acto de descubrimiento. En tu caso… ¿Cómo es el proceso? ¿Tienes planificado lo que vas a escribir o escribes sobre la marcha?
Yo creo que hay algo de ambas cosas. Generalmente no me siento a escribir así, creo que es diferente escribir un cuento y una novela, pero cuando se trata de un cuento no me siento a escribir sin tener una ruta de principio al fin, para saber más o menos a dónde quiero llegar. Pero en una novela es mucho más abierto, generalmente tengo una idea que espero me dure al menos cinco capítulos. Si son los suficientemente interesantes, provocarán otros cinco capítulos, y así voy avanzando de a pocos.
No tengo una panorama amplio de a dónde quiero ir en este caso. Con el cuento, hay ideas que pueden estar seis o siete meses en mi cabeza como una imagen, una escena o un espacio, pero no me siento a escribir mientras no tengo algo más concreto, una trama, un final.
¿Tienes una disciplina a la hora de escribir?
Tengo más disciplina con la novela que con el cuento. Lo importante para mí en una novela es la continuidad y a veces es difícil. No tengo rutina. He admirado a escritores como Vargas Llosa que escriben cinco o seis horas seguidas, pero me di cuenta que yo puedo escribir con intensidad, en dos o tres horas. El asunto es que hoy es más difícil escribir dos o tres horas. Pero una vez que logro esa continuidad no tengo muchos rituales o rutinas. Esas dos o tres horas pueden ser a la medianoche o durante el día o temprano, mientras haya un espacio.
Empezaste con el género del microrrelato, ¿Cómo fue el salto a la ciencia ficción?
Fue un proceso paulatino. Primero pasé por el microrrelato, mis dos primeros libros: ‘Las máscaras de la nada’ y ‘Desapariciones’, pero yo quería, sentía, que igual debía de probar esos cuentos de corte más clásico, más tradicional, entonces trabajé mucho para tratar de desarrollar personajes. Cuando escribía microrrelatos, me basaba sobretodo en la trama o en alguna imagen, pero no había mucho desarrollo psicológico de los personajes, era atrapar un instante. Pero cuando comencé a desarrollar la psicología de los personales los cuentos comenzaron a crecer, a tener diez o 12 páginas. Allí me di cuenta que cuando quería volver a escribir cuentos breves ya no podía.
Y a ratos me da pena porque no era tan fácil y me salía de manera natural. Ahora estoy tratando de verle más opciones al cuento. Esa fue la primera transición. Lo que pasó después con ‘Amores imperfectos’ y ‘Billie Ruth’ fue más realista, y con el último La Visiones, este derivó de una novela de ciencia ficción que se llama ‘Iris’. Ahí me di cuenta que habían varias historias que se habían quedado con temas por explorar y que para esa exploración era mejor el cuento que la novela.
Radicas hace más de 29 años en Estados Unidos. ¿Vivir en un país extranjero ha influenciado en tu narrativa?
Cuando llegué a los Estados Unidos yo estaba en la tradición del cuento latinoamericano, de buscar siempre un golpe de efecto final, pero recuerdo que cuando leí a Ernest Hemingway al inicio, sentía que les faltaba algo. Los cuentos acababan abruptamente y sentía que faltaban dos páginas. Pero luego de un día o dos, me daba cuenta del golpe emocional de los cuentos, de la tradición norteamericana, que tiene mucha precisión y se preocupa por lo psicológico.
A veces la trama puede ser simple, pero hay una complejidad que tiene que ver con el trabajo del personaje. Con los años me fue gustando esta tradición y lo que hice, y creo que el mejor resumen de eso es ‘Billy Ruth’, es tratar de juntar ambas tradiciones.
Hay otro tipo de influencia que es más profunda y compleja que tiene que ver con el uso de lenguaje. No tiene que ver con el tratar de utilizar palabras del inglés en el español, sino con estar consciente del peso del lenguaje. Lo que sucede es que después de vivir en Estados Unidos, incluso empiezas a ver el español como un idioma extranjero.
Ese extrañamiento de la lengua es muy útil para un escritor porque con los años ciertas palabras muy obvias -que yo asumía que eran parte de mi lenguaje-las empecé a ver como unos objetos extraños con los que me gusta trabajar, muchas veces simplemente por el sonido. Yo parto de la idea de que un escritor escribe sobre algo que le llama la atención. Y las cosas que no llaman tu atención es porque las has naturalizado. Lo mismo sucede con el lenguaje y en ese sentido los poetas lo entienden mejor que los narradores. Tiene que ver un extrañamiento con el lenguaje para poder verlo por primera vez.
Has dicho en entrevistas anteriores que antes de convertirte en escritor, la Literatura era para ti un pasatiempo. ¿Cómo lograste alcanzar esa vocación?
Yo fui a estudiar a estudiar en Buenos Aires y allí fue donde descubrí mi vocación. Yo la tenía, pero al inicio no la tomaba en serio porque con la presión del medio, venir de una ciudad pequeña de Bolivia en la que la idea de tener una carrera dedicada a la Literatura no es algo común. Fui a estudiar ingeniería y otras cosas, pero la Literatura me siguió gustando, entonces cuando llegué a Buenos Aires y veía a chicos de mi edad que querían ser escritores, entonces yo decía ¿por qué yo no no?. Eso fue lo que me animó a jugármela. Fue un largo camino.
¿Y de esa época recuerdas a algún autor peruano que despertó en ti ese interés por la escritura?
El autor que fue clave para mí, pero antes de eso, a los 14 años, fue Mario Vargas Llosa, y en específico La ciudad y los perros. Tenía un profesor en el colegio que nos asignaba las novelas del boom y ahí la leí. Me impresionó por diversas razones. Primero porque la estructura social que describía esos años era muy parecida a la de Bolivia y también porque el lenguaje, el español de la obra, tenía muchas palabras del español mío como la palabra «chompa». Esa palabra no la veía en los escritores mexicanos ni argentinos. Fue una forma de acercarme y decir «yo también puede escribir con mi propio lenguaje».
Has dicho que te interesa la ciencia ficción con contenido político. ¿Esta es la forma que has encontrado de mostrar a tu país?
Lo que pasa es que la ciencia ficción que hecho no transcurre específicamente en Bolivia, sino en un lugar que se llama Iris, y lo que me ha permitido un espacio imaginario como Iris es colocar cosas que provienen de mi tradición boliviana y de mi experiencia en los Estados Unidos. Iris es una especie de simbiosis.
Como docente de Literatura en una universidad. ¿Qué crees que se necesita enseñar hoy en día en las escuelas de Letras?
Yo creo que lo primero que debes inculcar en un alumno cuando le estás enseñando Literatura es la capacidad crítica. Hay una parte informativa que debe descartarse, porque los alumnos con su Wikipedia o Google al lado a veces hasta saben mucho más que uno en cuanto a datos.
Lo más difícil es tener una mirada crítica con respecto a lo que estás leyendo. Quizás hemos perdido eso. Esa avalancha de información que recibimos todos los días nos ha frenado cierta capacidad de discernimiento crítico, leer un libro, una novela o un poema requiere un tipo de paciencia y de entrenamiento, que a veces simplemente un joven no está muy dispuesto a hacer. Lo que hay que tratar de trabajar con los estudiantes es ver cómo analizar los textos, cuáles son los recursos literarios que hacen que una escritura sea una escritura que te permita tener otra mirada sobre el mundo.
¿Tienes en mente escribir una novela basada en la situación actual de los inmigrantes hispanos en Estados Unidos?
Casualmente he comenzado una novela que está ambientada en un barrio de inmigrantes. El miedo que tengo es que cuando veo las noticias,hay que distinguir entre crónica y Literatura, entonces cómo encontrar imágenes o metáforas que hablen de esas situación sin ser tan obvias. Todavía estoy tanteando el camino, pero es una novela que hace rato quería escribir.
¿Cómo fue la selección de cuentos en ‘Tiburón’?
Hay una mezcla entre cuentos representativos y cuentos favoritos. Entiendo la idea de antología, pero pienso que debe ser lo más condensada posible. Nos pusimos de acuerdo con los editores de que el libro no debía tener más de 200 páginas.
¿Qué novela o cuento recomendarías a alguien que quiere iniciarse en el camino de la escritura?
Si pienso en los primeros libros que me sirvieron, yo diría que el libro fundamental -si tuviera que elegir un solo libro- es ‘Ficciones’, de Luis Borges. ‘Ficciones’ tiene un juego con los géneros populares, con la novela de espías, con el cuento policial. No es un libro necesariamente fácil, pero es un libro que abre muchísimas puertas. Cuando leí ‘Ficciones’ yo dije «si esto es Literatura, yo también quiero jugar«.
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*Entrevista publicada originalmente el 04/05/2017