En Cuadros concretos y disonancias (Vivirsinenterarse, 2017), Daniel Bedoya Ramos escribe desde una ciudad tumultosa, cuya oscuridad hace que se oculten hasta las violetas. La voz poética del libro que tiene dos partes («Disonancias» y «Cuadros concretos») transita en silencio. No tiene prisa. Incluso por momentos parece resignarse. Se aparta del ruido, pero pese a ello lo contempla. Se nutre de él.
Sin embargo, en algún momento también deseará renunciar a esa calma aparente. «En sus ojos», el hablante lírico se plantea volver al vientre materno. Al vientre solitario. A ese cálido espacio donde él es el único huésped: y tengo ganas de volver/ rasgar su vientre desde su fondo / quererla más de cerca / silencioso/casi solo.
En «Todo es oscuridad», la ausencia de luz no es impedimento para distinguir al ser amado: todo es oscuridad / y allí donde los ojos permanecen abiertos / sólo su voz alcanzo a ver. Nuevamente el poeta se reconoce como un ser solitario: ella me toma de la mano para caminar/ y caminar cada vez más solo / aunque no tan solo. Esto también se ve en el poema «Cerro azul».
En los poemas «Dieron las doce» o «A un hombre de bronce», Bedoya abandona el tono reflexivo para optar por el humor y un lenguaje más coloquial. En «Necrópolis», el poeta le rinde homenaje a sus abuelos y retrata la tradición familiar en el día de los muertos.
* La publicación de los poemas cuenta con la autorización del autor.
Foto: Difusión / Composición: Lee Poesía
sus ojos despiertan la mañana
una vez más ha parido sus tres hijos
y tengo ganas de volver
rasgar su vientre desde su fondo
quererla más de cerca
silencioso
casi solo.
todo es oscuridad
y allí donde los ojos permanecen abiertos
sólo su voz alcanzo a ver
blanco silencio
en tu vacío derramo mi vida
entonces el día entonces la noche
y la voz que veo es la voz que toco
tibia luz entre mis manos
que me cede su boca
sus amplios senos
ella me toma de la mano para caminar
y caminar cada vez más solo
aunque no tan solo
porque el viento susurra las palabras
que las hojas suelen dibujar en el aire
pero el mutismo de mi cuerpo
desnudo vestido qué más da…
salgo de casa, miro al amor
que me abraza bajo un cielo verde
entre nube y nube hay un solo paso
que estrecha la vida
entonces el día entonces la noche.
en la ciudad donde se ocultan las violetas
lo efímero
adquiere el color de tu beso
trémulo
me desvisto de mi cuepo
ahora como en el principio de los siglos
estremeces
una sonrisa que se hace ancha
y me dejas tan llano
azul
como este cielo
de calle vacía en madrugada
que resiste el disimulo el bullicio el tumulto.
Dieron las doce,
ella no tuvo que escapar,
su zapato nunca se le perdió,
y yo le dije:
«A la hora del amor
sólo hay que seguir las migas de pan…»
A un hombre de bronce
como en una película italiana
«esta es mi plaza»
gritó el loco
nadie lo escuchó
nadie supo de la herida de su caballo
pero
todos lo miraron
todos se tomaron fotos con él
tan simpático y quieto
desde su inauguración.
Cerro azul
hay una calma en el monosílabo
de una ola que asciende
hasta cubrir la inmensa arena
en el muelle callado
en el piquero que pasa
en la piedra que arde
muy lejos de mí
hay una calma sentada en a orilla
del mar
y canta
escucho su eco
principio mi ausencia de mí mismo.
A manera de arte poética
¿qué es la poesía?
-te pregunté,
cuando al andar juntos por la playa
de pronto
en el camino te quedaste oyendo la mar
tu mirada detenida en el horizonte
a la vez que el sol declina y se colora
la brisa que batía tus cabellos
en el aire y sobre la piel
quedaban unos granos de sal
las olas de tu vestido
busqué el objeto de tu asombro
pensé en las nubes
la garúa que pronto caerá
y ya tus pies se ocultaban
entre la arena y la espuma…
¿qué es la poesía poesía? – insistí,
cuando cruzó una gaviota
y de tu boca
una palabra parecía dispuesta a volar.
Necrópolis
esta paz de camposanto
es una paz de mis abuelos
recostada en el pelo y en los años
y su camto provinciano me habla del azul
del cielo
no deja espacios
cubre el silencio el llanto
hace brillar el luto
merodea en los pabellones
en el día de los muertos
los vivos
crecen entre la hierba y el polvo
coloridas flores marchitas
duermen los corazones
SILENCIO
que están durmiendo
nada perturba este reposo
ni el golpeteo de cajoneros
(oscuras voces)
orquestas y desgarradores cánticos
de miles
de huérfanos
de todo un poco
en esta ciudad serena
bilateral congruente y de domingo.
SOBRE EL AUTOR
Daniel Bedoya Ramos (Lima, 1986) es periodista licenciado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Trabajó en el diario La República y actualmente labora en el diario El Comercio. Sus poemas han sido publicados en revistas de Literatura como Discursiva (2008), La Luna de Pierrot (2010) y en la antología de poetas jóvenes Catástasis (2009) de la editorial OREM de Trujillo. Además, ha participado en talleres de los poetas Oscar Limache, Rosella Di Paolo, Carmen Ollé y Roger Santiváñez.
Síguenos en Facebook, Twitter e Instagram.