Por Ana Carolina Quiñonez
Valeria estudió en un colegio de monjas como en el que me llamaban Ana Cé por los pasillos. Ahí conoció la disciplina, los silencios y las coreografías de la prolijidad que exigen la buena caligrafía, la falda debajo de las rodillas, los exámenes que demandan memoria, las clases de costura y repostería y el pelo perfectamente amarrado. En ana c. buena, el cuarto libro de Valeria, esas rutinas están latentes.
El poemario muestra otras cosas: a la manera de la puesta en escena de Bellissima (1951), ana c. buena bien podría ser Anna Magnani cortando verduras, cargando a su niña con un brazo, lavándole las manos, peinándola rítmicamente, mirándose en el espejo rumiando un monólogo agreste y hermoso. La belleza en la imposibilidad. La intimidad en las crisis.
Una trampa: se presenta como panfleto, pero es una máquina más compleja y purísima: tiene un costado de apuntes ensayísticos sobre filosofía política, psicología (el vacío existencial asoma), performatividad y feminismos; y otro de documental en primera persona. Valeria se interna en los lugares de la casa que nadie extraña y en sus tediosas rutinas, como el refregar el baño y cortar, picar y encebollar platos en la cocina.
También tiene un costado pop ¿qué otra cosa puede ser ‘ana contra la totalidad social’ si no el nombre perfecto para una banda punk?. Los subtítulos (‘ana contra el hambre’, ‘ana contra la totalidad social’) nos recuerda al cómic Scott Pilgrim vs the world.
ana c. buena es un diálogo con el universo de hambre, gentes sencillas que realizan tareas mecánicas y cierto paisaje estepario de Las nanas de la cebolla del poeta que no salía en la foto de la generación del 27, Miguel Hernández; con ciertas estructuras y la obstinada manera de retorcer el lenguaje de Procesos autónomos y La marcha del polen de Manuel Fernández (aunque Valeria le añade otra música y baile) y con Retrato proletario de William Carlos Williams, en el poemario de Valeria también hay una mujer que se detiene para sacar la plantilla de papel y dar con el clavo que la ha estado lastimando.
A primer vistazo ana c. buena intimida y despista, como los maverick, esos animales que corren sueltos en los grandes espacios y que no se dejan marcar ni montar. Nos hace creer que es un planeta nuevo sin tierra firme lejos del sistema solar que componen sus tres primeros libros, pero las paradojas que obsesionan a Valeria están ahí: cierta nostalgia y la pulsión del deseo adolescente, la conciencia cívica y la pulsión de romperlo todo, la obsesión por el lenguaje y la tentación de privilegiar el ruido de las palabras.
panfleto #3
yo sé lo que es pasar hambre
te dicen
en el abasto
en el primer horario
del turno nocturno
en el seguro
en las colas
en los bancos
cuando cobras el cheque
cuando pagas el boleto
cuando no hay sistema para pasar tarjeta
si tuviese efectivo por favor gracias
cuando se dispara el cambio
cuando hay un préstamo pre-aprobado
con un delicioso jugoso irresistible
interés
cuando el trabajo congelado acumulado
cuando la capacidad burocrática colapsa
cuando pesas la cebolla las papayas el pimiento
cuando trasnoche enciendes el televisor
cuando estás a punto de abrir la boca
—asomados incisivos en dudoso estado,
un hilo de saliva se tensa se rompe—
y vas a responder
yo sé lo que es pasar hambre
te dicen
levantando entrenado el índice
todos
todo el tiempo
en todo momento
y pasan de largo
Ana Carolina Quiñonez (Lima, 1988)
Máster en Estudios de Cine y Audiovisual Contemporáneo por la Universidad Pompeu Fabra (España). Licenciada en Comunicación por la Universidad de Lima (Perú), donde se desempeñó como asistente de cátedra. Ha publicado los poemarios «Cuentos tristes que esperan las chicas antes de salir a bailar» (Estruendomudo, 2010), «Vacaciones de Invierno» (Vox, 2012) y «Matacaballos» (Paracaídas, 2018). Ha colaborado en las revistas Caretas y La Ventana Indiscreta.
Valeria Román Marroquín (Arequipa, 1999)
Cursa estudios de Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado los poemarios «feelback» (Poesía Sub25, 2016), «Matrioska» (Fondo Editorial APJ, 2018), «Triza la luz» (Meier-Ramírez, 2020) y «ana c. buena» (La Balanza, 2021) además de las plaquetas «kriegzsustand» (auto-editado, 2017) y «angst» (Fondo Editorial PUCP, 2018). Ganadora del Premio Nacional de Poesía José Watanabe Varas 2017 y del Premio Luces 2018 con la mención a Mejor Libro de Poesía.