Marina Irkalla: 5 poemas de «Noema»

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Compartimos una selección de cinco poemas de Marina Irkalla. Todos pertenecen a «Noema» (octubre, 2021), su más reciente poemario editado por el sello Sol negro.

La partida

Como el nervio que se adelgaza
hasta ser solo una fibra,
un tallo único,
una contracción infinita,
he decidido extraviarme.

Al frente
se descuelga mi cuerpo
como una fruta transparente
que cae sin remedio entre mis manos.

Pero no cae,
sino que se escurre,
indescifrable en su propia biósfera
como un inmenso piélago de grava
y sin memoria.

Bajo este desafío que resplandece,
mis extremidades sostienen aún
el tiempo
y su equilibrio,
pero aquí no existen los caminos,
y no puedo alimentarme de las rosas.

Poco a poco voy olvidando el nombre
de todas las sustancias,
voy perdiendo así el volumen,
el sentido del olfato.

Aquí solo el viento sabe de la piel
que abriga al fuego,
y del fuego desmigado en su aorta.

Por eso, cuando se enciende el murmullo
de los insectos,
me incorporo y conjuro a los astros
por vez primera
para que soplen hojas de menta en el día
y ascuas encendidas
por las noches.

 

Aroma del desierto

Desprovistos de humedad,
mis pies estiran
la paciencia
sobre los kilómetros de grava
que crecen y hierven
en la médula de la suspensión.

Arrugan su piel más fina,
imprimiendo diagramas
con cada golpe
sobre los distintos estados de la superficie,
pero las olas de arena sobrevienen con premura
y me desboco sin resistencias
como un dromedario ciego.

Desorientada,
me extiendo en la fina temperatura
dispuesta a trazar
ángulos,
parábolas,
polítopos,
con un compás de piedra
para diseñar una gramática
con las ecuaciones más imaginarias.

 

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Portada de «Noema», de Marina Irkalla. Foto: Sol negro

 

Caravanas

Las caravanas de sal llegaron una tarde
desafiando vapores,
trajeron consigo un laúd
cuyas cuerdas temblaban con el viento
y una mujer de sombra que danzaba
todas las noches
al ritmo de la hoguera.

Los camellos jóvenes contenían su sed
en el claror detenido,
lamían la sangre fresca de las lagartijas,
sobrevivían con la esperanza
de los espejismos.

Cierto día, levantando polvo crecido
en la superficie,
hallaron una extraña criatura
abrazada a un tronco.

Con la boca apretada,
muerta y con un gesto de horror,
guardaba entre los dientes
un rollo de papel despedazado.

Qué difícil fue extraer
el mapa donde habitaba
el espíritu.

Caída libre

No conozco la dimensión que me sostiene
ni su física aerodinámica.

Me he dejado ir sin paracaídas,
sin nombre y propulsión.

Por este brazo de la Vía Láctea
transito el territorio del cristal,
de la geometría incomprensible,
de las constelaciones oscuras.

Cuántas preguntas por hacer a las formas hechas,
al hexágono,
al triángulo,
a los desiertos ondulados y a los libros finitos.

Cuando indago por el nombre de las cosas,
se abre el espanto,
se oye un trueno,
se oye otro,
se desprenden rocas:
un rayo bien puede ser el pulso de Dios
cuando el verso ladra.

Urphanomen

Bien podría describirte
desde afuera
como un cloroplasto vencido por los
símbolos,
como un epitelio que se va haciendo
cifra,
frecuencia,
propagación molecular
hacia la materia.

Pero no estoy afuera
y si te digo
vegetal
no estaría en lo cierto,

adentro
eres la minúscula criatura
que reconduce la savia,
el fenómeno siempre expuesto
a la huida,
a la cacería elemental.

 


Marina Irkalla (Piura, 1988). Graduada en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y máster en Gestión Cultural por la Universidad Internacional de la Rioja de España. Ha publicado Memorias del rayo (Plectro Editores, 2016), libro ganador del Premio Nacional Juvenil de Poesía Javier Heraud 2014, organizado por la Secretaría Nacional de la Juventud. Su libro, Un viaje imaginario, quedó finalista en el Premio Copé Internacional organizado por PetroPerú en el 2017. Textos suyos han sido publicados en revista como Lucerna (Perú) y Ulrika (Colombia).