«Fiesta»: dejar que la danza de las palabras explore nuestros abismos

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Por Cesar Augusto López

El poemario que motiva esta reseña es el tercero de la escritora Denisse Vega Farfán. El conjunto de cincuenta y dos poemas ganó el premio Luces, otorgado por el diario El Comercio, pero este detalle no nos motiva como razón de lectura, sino la propuesta de Vega, en sí misma, y como la entendemos y expondremos en las siguientes líneas. Por otra parte, ha pasado más de un año de su publicación y encontrarnos fuera de la efervescencia de aquel instante nos permite movernos con calma en entre sus líneas.

Cuando nos enfrentamos a una cumbia o una salsa en medio de la embriaguez o la simple alegría de una fiesta, pocas veces reparamos en la ambigüedad que se construye con nuestros pasos. Esta se relaciona con la reunión de un sonido pegajoso y unas letras que maldicen el desamor o el fracaso de los encuentros amorosos. Porcentualmente, es inevitable reconocer ese maridaje; la tristeza se camufla en el goce de los cuerpos que procuran zafarse de las malas pasadas a fuerza adoptarlas completamente. Las fiestas son espacios y Vega Farfán explora las dimensiones que se extienden bajo el posible movimiento de una celebración que intenta eclosionar, ampliarse desde ciertos lugares como el mar (“Alocución del mar”), la ciudad (“Después de la fiesta”), el arenal (“Canción del alacrán”) o el vientre materno (“Nacimiento”), por ejemplo.

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Portada de «Fiesta», tercer poemario de Denisse Vega (Alastor Editores, 2021).

El poema, sin título, que abre el conjunto es claro al afirmar que se “articula nuestro abismo” (p.11). Este es una abertura que la poesía permitiría percibir al creador como “una fisura” (p.28) favorable, como un auxilio, como un respiradero animal de ballena que se enlaza con las redes humanas: “No la repares, me advierte,/ por ese hueco es que cantamos,/ por ese hueco es que te obsequio tu lenguaje. (p.30). Es el mar uno de esos abismos que se dirige a la voz poética entre la creación con la palabra y la naturaleza zoológica que se asoma en gran parte del poemario.

La consigna animal es constante en el libro, ya que habría una capción perdida, una que se intentaría reconquistar con los pasos de la danza verbal en un compás con todo lo que se mueve. En cuanto a esto, la pregunta fundamental se enuncia: “¿Ha venido con nosotros averiado el ecualizador para los diales de esta era?” (p.11). Es probable que estemos “descompuestos”, pero he ahí el interés en la fauna de Chimbote como posible instrumento sincero y sutil, como asunto que nos incumbe, a pesar de nosotros, en estos versos: “¿Bailaron lo mejor que pudieron?/ ¿Bailamos lo mejor que podemos?” (p.13). El cuestionamiento es intergeneracional, intenta atravesar el tiempo en busca de una sintonía o del reconocimiento de alguna posibilidad de compás histórico. Sin embargo, no se consigue la concreción de esta agenda. El presente, propio de la danza, se alzará sobre el pasado.

Las preguntas sobre la armonía, tal vez imposible y ficcionalizada por el poema, continúan girando en torno a la recuperación de la historia, ya que se podría ser “un dial que capta toda su aluvial música” (p.13) para ingresar al primer sonido de la renovación, como el primer asombro, incluso, a pesar de que en algún giro “El espín de [la] noche dice: sin coreografías, sin antenas de futuro” (p.68). Se puede pensar en las antenas animales como en las maquinales, pero eso queda en cierta ambigüedad o la preferimos dejar en esa instancia. Por último, y para abrir otro tópico que recorre la exploración de Vega Farfán, se establece una sentencia en el último poema titulado “Después de la fiesta”: “Después de esta fiesta somos dos antenas captando/ la mínima puntada de la Tierra” (p.80). Una pareja, tal vez animal, después de haber compartido la noche y sus vaivenes se reconoce terráquea, desde el espacio de donde saldrían las respuestas encarnadas en lo zoológico y vegetal. Nos inclinamos por esta lectura desde el punto de vista cuantitativo, ya que pudimos reconocer cuarenta referencias de carácter no humano, sin olvidar cinco de tipo vegetal.

De manera inmediata, la cercanía al mar invocaría a las existencias zoológicas del saberse próximo a esa realidad, pero desde el punto de vista poético, siempre habría que pensar en la pertinencia de lo animal. ¿Es un elemento ornamental?, ¿una metáfora para explicar lo humano?, ¿se nos presenta como una línea de fuga?, ¿una herramienta de fábula? En resumidas cuentas, lo animal está al servicio de la especie humana o adquiere libertad al cuestionar su existencia. En el caso de Vega Farfán, existe un intento de emplear la diversidad de presencias para dar cuenta de una sensibilidad ampliada, una actitud que contesta a la limitación expresiva. Si bien su participación es una constante, no consiguen liberarse y el poema los emplea por ello, porque podrían articular o completar lo antropológico; justamente lo que se explora en los versos de Fiesta.

¿Qué aporta lo animal?, ¿qué completa? Sin duda lo microscópico desde la mirada y presencia de los cangrejos (p.25) o la problemática libertad de los humildes y de su indefensión como se menciona en “Alocución del mar”, el sabio mar que observa un espacio “donde nadie pueda alegar potestad/ ni sobre los ácaros” (p.19). Si bien no nos encontramos ante lo animal, plenamente, reconocemos a los hongos, a su pequeña existencia que puede abrir paso a la infancia y su recuerdo delicado en “Una fúngica constelación en mi rostro/ [que] se multiplica, se expande” (p. 28). En ese sentido, la identificación con lo zoológico es el procedimiento más insistente en los versos de Vega Farfán como en el poema “Vista de una malagua, con Miluska y José Miguel, en Caleta Colorada” u “11 flamencos”.

Quizá las piezas más memorables sean “Canción de alacrán” o “Humo”. En la primera se compara a la vida de la invasión del desierto con la experiencia de los artrópodos vistos desde la distancia del cielo, mientras que, en la segunda, se puede percibir un llamado ecológico y la tensión que se genera en el espacio “viviente” de las fábricas contra lo vivo animal. Imposible no citar, por último, la imagen del poeta como un cetáceo. Esta es una de las identificaciones más interesantes, porque desde la voz poética es un conjunto de voces reconociendo que “Cantos de ballena es lo que hacemos./ Poetas encorvados por exceso de gravedad,/ aunque se especule que tentamos siempre las alturas” (p31). A diferencia de los escritores tectónicos, de profundidad telúrica, de semilla, Vega Farfán se conduce por la profundidad marina que el animal puede explorar y a través de la cual se puede comunicar. Esta es una veta rica que podría tomarse en cuenta si se agudizan las contraposiciones entre la tierra industrializada y el mundo marino profundo como otro dominio.

El baile de la gran fiesta que intenta delinear de manera rizomática (p.61), Vega Farfán, aún preserva los contrastes estructurales, las disonancias, los juegos de pivote y dobles que circundan el conjunto. El peso de la raíz es mayor en el poemario y cumple con su rol expresivo. Si bien se invoca la forma experimental de la raicilla o las Variaciones Goldberg (p.74), aún se preserva un territorio y un dominio de control en la propuesta, uno que implica una pericia y un trabajo encomiables. En ese sentido, y para hacer justicia a este trasfondo en los poemas de Fiesta, el eje de la transformación es otro de los que se erigen, debido a la promesa de continuidad de la vida y de las formas que reuniría la poesía o la conciencia poética. Un poema como “Nacimiento” tiene esa factura delicada y potente de la transversalidad de la existencia material desde la concepción hasta el alumbramiento y la realidad de la metamorfosis. La conexión inmediata de esta realidad se conjuga con la verdad del mar, una máxima expansión, un despliegue del cuerpo, porque se confiesa del siguiente modo: “A mí que no se abrazar mis extremos/ porque soy continuidad, albergue/ de innumerables siniestros sin testigo/ e inauditas transformaciones” (p.17). Quizá circular sea la realidad mencionada en el poema “Cortejo”, como complemento del texto mencionado, cuando se reconoce que “Así como la vida anaeróbica resistió purgas milenarias/ para ser invadida por mitocondrias,/ aprender el pernicioso mecanismo de la respiración,/ dando curso a formas de vida infinitesimal y ciclópea:/ así entramos en el otro” (p.67). Es posible que el devenir sea una de las consignas en el poemario, pero el lector juzgará mejor nuestros comentarios.

Este solo ha sido un recorrido mínimo por ciertas pistas de Fiesta, puesto que significa, para nosotros, la sincera indagación de relaciones que emergen en los poemas como el goce y el dolor, lo animal y lo humano, tanto como la recuperación de las percepciones que aún se mantienen en el tiempo y en espiral. Es posible que el poemario insista en una especie de aguzamiento invocado por un rito espontáneo del que nadie se excluye, porque, por encima de todo, ninguna existencia deja de danzar y confrontarse con los diversos prójimos de la superficie y la profundad del planeta. Es recomendable Fiesta por esta razón, una que debe concentrarse en confirmar la ardua misión poética que se puede reconocer en el cuidado de sus rutas verbales.

 

Cesar Augusto López (Callao 1986)

Es licenciado en Literatura por la UNMSM con la tesis «Óscar Colchado Lucio, artesano cósmico. La propuesta cosmopolítica de Rosa Cuchillo». Magíster en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad Federal de Minas Gerais (Brasil) con la tesis «El proyecto estético político en El Guesa de Sousândrade y El pez de oro de Gamaliel Churata». Obtuvo el segundo puesto en el Tercer Concurso de Cuentos ACJ 2004. El año 2014 publicó un libro de poesía titulado «O». Actualmente, es profesor de las unidades de posgrado de las facultades de Letras y Ciencias Humanas, y de Ciencias Sociales. Viene completando su tesis doctoral sobre ontología, estética, política y animalidad en Gamaliel Churata.