Sobre «Canción del manicomio», de Gloria Portugal

gloria portugal canción del manicomio

Por July Solís

 

Canción del manicomio de Gloria Portugal es un poemario consciente de su locura. Una voz lúcida que se pregunta y ensaya respuestas sobre la camisa de fuerza real y social que intenta aprisionarla, debido a sus anomalías. El libro abre con “Mi primera camisa de fuerza” y plantea su arte poética. Esta prenda ―diseñada para inmovilizar y mantener bajo control― simboliza al sistema hegemónico. La hablante “loca” encuentra en el lenguaje díscolo de la poesía su herramienta para revelarse contra una realidad que quiere suprimirla. En ese sentido, la poesía nace como una respuesta a la represión; es la mano liberada que no quiere ser sometida: «Abrazaba mi torso como una serpiente. Varias veces intenté convencer a mi cuidador de sacármela o, por lo menos, de aflojar un poco las correas. ¿Para qué la usaba? Jamás me lo dijeron […]. Ya no necesité una tercera camisa de fuerza. Aquella me sirvió muchos años más porque dejé de crecer. Además, me di maña para liberar mi mano derecha y escribir como loca». 

Definitivamente se trata de una voz astuta de su bifurcación mental, y para acoplarse a la normalidad sabe que tiene que disfrazarse. El tópico del disfraz es una constante en el libro, ya que se intenta esconder a este sujeto dividido. En el poema “Ser cebolla” el artificio consistirá en lucir unificada por fuera, aunque por dentro la conformen múltiples capas: «Para ser cebolla, necesito/ estar ordenada por dentro:/ por fuera: lucir sólida y unitaria/ para no translucir mis fragmentos». Hasta que un corte de cuchillo evidencie su multiplicidad y «sin querer haga llorar a alguien».

También se intenta ocultar las oscilaciones de una mente vacilante, que va de un extremo a otro con rapidez: el amor se mezcla con perversidad, la felicidad con dolor, la delicadeza con violencia. En “Mariposa” se plasma la relación de este insecto con un entomólogo. La delicadeza y el cuidado con el que el especialista trata a estos seres voladores confunde a la mariposa, quien se deja caer en la red para sentirse amada; no obstante, la delicadeza se transforma en brutalidad: «él la tomó con gran cuidado, / la depositó sobre un tablero junto a otros insectos/ y le clavó una aguja en el pecho». Otra muestra de este zigzagueo mental está en “Fortuna”, en la cual una mujer se dedica a escribir frases alentadoras en las galletitas de la fortuna para alegrar a las personas hasta que se acaba la inspiración y se dedica a presagiar desastres.

La hablante, consciente de sus síntomas, sabe que no basta con disfrazarse de una aparente ecuanimidad desde afuera, sino que además debe recurrir a todo un arsenal farmacéutico para ordenar sus fragmentos desde dentro. Pero atenuar sus emociones con fármacos desemboca en un bienestar de doble filo, pues si bien alivia los demonios internos, los efectos secundarios desintegran el cuerpo, la palabra, la memoria, como se expresa en “Efectos”: «el efecto primario ablanda a una piedra/ el siguiente, la desintegra». Y esta atomización orgánica alcanza al propio poema, que también pierde su forma y su conciencia de ser: «(aquí debería poner algo que he olvidado) […]. Esto ya no es un poema. / Las Musas se marcharon. / Tambaleaban y con los pies hacían zigzags». La medicina psiquiátrica adquiere protagonismo en varios textos e incluso cambia las ideas preconcebidas; por ejemplo, en “Comienza la función”, una suicida ya no necesita morir realmente para serlo, solo requiere la prescripción médica: «Hoy debo ser Ofelia, los espectadores conocen el libreto. Saben que voy a enloquecer. Solo que ahora hay modos de neutralizar a una histérica suicida.  No es necesario morir».

En resumen, Canción del manicomio interna al lector en un pasaje de emociones polares: tránsitos del amor al odio, de la risa al llanto o de la euforia a la melancolía. La incertidumbre es aquí la poética. El miedo, la ansiedad, el insomnio son secuelas de episodios dolorosos que fragmentan a la voz, quien debe disfrazarse diariamente de una aparente ecuanimidad. Se trata de una locura consciente de la escisión entre el orden social y su conmocionado mundo interior. Por ello, asume la vida como un libreto y el desborde de emociones los mitiga con fármacos, aunque sus efectos desintegren hasta a una piedra. Son seres que sobreviven, persisten y luchan desde diferentes flancos, ya sea camuflándose entre los demás para no ser juzgados, ya sea tomando pastillas hasta que el cuerpo aguante. Un sentimiento de soledad recorre todo el poemario bajo el estigma de la locura, pero la poesía de Gloria Portugal no se caracteriza por revolverse en la desdicha. El humor es el arma para defenderse: la comedia de la existencia.

«Todo acababa y empezaba una y otra vez, pero un día reí. Me hizo gracia el desconsolado payaso del espejo con su peluca y sus ridículos intentos por sobrevivir. Reí tan fuerte que ladraron los perros del vecindario. Estaban acostumbrados a mi existencia fantasmal. Reí hasta que me dolió el diafragma por aquel extraño ejercicio. Antes, a duras penas, lo usaba para respirar. Las palomas volaron sobresaltadas, algunas se estrellaron contra los vidrios de las ventanas. Reí aún más. Había descubierto que, a fin de cuentas, reír era muy parecido a llorar».

 


July Solís Mendoza (Lima, 1988)

Egresada de la escuela de Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue una de las ganadoras en el Premio Nacional de Poesía Joven Javier Heraud y finalista en el Certamen Hispanoamericano de Poesía Festival La Lira. Ha publicado los poemarios Leche derramada (2015) y Balbuceos de un pequeño dios (2018). En la actualidad, estudia una maestría en Literatura Hispanoamericana en la Pontificia Universidad Católica del Perú y se dedica a la enseñanza universitaria.

Gloria Portugal Pinedo (Trujillo, 1976)

Profesora de inglés; en sus ratos libres, escribe poemas y cuentos. Publicó los poemarios «Insanías» (2010), ganador del II Concurso de Poesía de Mujeres Scriptura, y «Estrellas en el cielorraso» (2016). En 2014, ganó el primer premio en la VI Bienal de Cuento Infantil ICPNA por su libro «Cuatrojos».