7 poemas de ‘El portapliegos’ de Rafael Espinosa

Rafael Espinosa Rafael Espinosa. Composición: Lee Poesía

Rafael Espinosa (Lima, 1962)

Publicó su primer libroReclamo a la poesía, en 1996. Luego siguieron otros títulos como Geometría (1998) y Pica-pica (2001), finalistas del Premio Copé. Ha publicado Anticiclón del Pacífico Sur (2007), Aves de la ciudad y alrededores (2008), Amados transformadores de corriente (2010), Los hombres rana (2012) y Hoyo 13: Novela barrial (2013). Los poemas que compartimos a continuación han sido transcritos de El portapliegos (Librería Inestable, 2016).


EL GUARDIÁN

En mi vida oficial existe un palacio de artículos
eléctricos, deslizándose a un concepto decente.
En mis ojos ondulan endorfinas y surtidores
y en mi mente vagan delfines de plástico.
Casi enseguida, se desvanecen las cosas.
¿Buscaban, al irse, cumplir en verdad un anhelo
o vestir nada más zapatos Camper en Bcn,
sentir que no existen métodos para ninguna noche?
Nada de esto me interesa; cuido
las fulguraciones nunca perdonadas,
a las que el mar acoge. He adquirido conciencia, piso
las flores que no traen un perfume vehemente.
De la vida real únicamente me importa
aquella imagen capaz de hurtarme el pelo,
cuando desaparecida, sea equipo de ternura
y yo el taquígrafo de los brillos desplomados.
Veo unirse a las partículas y a las comunidades
por medio del arrebato y el sufrimiento.
Solo me interesa un destino capaz de ser una almendra.
Duermo en una cama humanizada por baldíos.

 

EL MADRUGADOR

Despertar es una escalera de sueños.

¿Sucede por merecimiento o para
ver a las dalias sufrir debido a su psicología individual?

Cuando los nombres no hallan todavía
su pigmento, el eco de encontrar
el propio convierte al cielo
en un cargamento amable y se hace
bueno retirarse a contemplarlo.

Aceptando de todos modos
que somos inhábiles para el acto de volar,
voy al mercado adonde los alimentos de guerra
y adquiero ropa de dormir con motivos estelares.

Duermo, duermo sin atender a las rosas violetas
que hablan de larga vida.
Sé que el cielo lo incluye como entusiasmo.

¿Si él fuera sometido
a un detector de mentiras,
no confesaría ser el anticristo de la ecuanimidad?

Cielo,
ahora que desperté
una privada imagen aceitosa
se desliza de repente
desde el lagrimal hasta las losas
y consigue aliar la luz de todos a un bien íntimo.

Cerca estuvieses,
y sería la ocasión de otro éxodo,
el zapato en el piso, pasajero de una inmensa perplejidad.

 

EL INSOLVENTE

Conversaciones sobre el estado del tiempo nos hacen
soportar la audacia con que la mercancía
se para y camina y cuelga tesoros
de familia en los árboles. Vi
casarse a mi madre en fotos del recuerdo
junto a la bordadura de su posibilidad
y lucía como que nunca fuera a engendrar
hijos calvos ni tener que vender sus plantas
más frágiles por escasez de dinero.
Ambas crecen en consagraciones solo en mí.
Las nubes, ellas mismas en carestía, no
podrán suministrárselo, apenas brindar rociadas
proclamaciones a los que ansían un cielo
soleado, para procurarles felicidad ultravioleta.
No es capaz de seguirlos. Para ella, el sol,
el líder revolucionario, también entró en remate.
Veo todo esto desde mi terraza, adquirida
con productos de mi madre, absorto
ante la luz desolada, ya que así son las garzas,
adoran podrida la leche materna.

 

EL CONSUMIDOR DE PAN

Pasó la hora pico.
Las Bellas Artes enloquecen
ahora que los tulipanes africanos florecieron
a cambio de sumir un estremecimiento salobre en un ideal botánico
¿por qué no podemos hacer un ejercicio introspectivo
y hablar?
Todo comienza y termina en un pan. Cualquier otra
biografía es falsa y la verdadera está escrita
con la sensualidad que despiden los ángulos: o crisálida
o sutiles alas
y esa dualidad nos pudo hacer pensar que alcanzaríamos a ser felices.
En mi versión, no aparezco tanto
yo sino más bien un turista despertando en su cubrecama de rombos.
Las revelaciones están por darse,
dándose se está perdido en el bullicio de ojos,
después ya son una dimensión enternecida por nuestra distancia,
compensaciones de un recuerdo tolerante
o primera ausencia de rosas.
No era mucho pero
por demás suficiente para ir a nadar de nuevo.
Palpar que el mar gusta de nuestros cuerpos mas no de nosotros
y luego sentir que conocimos un bien
e intentarlo otra vez.
De este modo acontecieron cosas
como el amo, su asunto
de abandonar kits de maquillaje en el espacio,
para que floten junto a los dolientes,
y también la fatiga
y conseguimos apropiado sueño.
Soñábamos que nadábamos.
En el hotel y hasta en el motel se consigue pan.

 

EL CONDUCTOR

El agua es clara. El deseo del agua es claro y oscuro;
es un oscurecimiento claro que desdibuja los contornos.
Nadie sabe si espera o es el pasajero y así nace la humildad.
Dios no es humilde, Él aspira a revelar. No es posible
su presencia en los paraderos y las estaciones de trenes.
Hoy evoqué un evento de infancia: flotaban sustancias mínimas
y, tendido, un pederasta las miraba en éxtasis, todo
porque seis niños lo habíamos golpeado, posando en él los dedos.
Luego, esa brizna fue recogida de nuevo por el césped.
Él era un hombre, como acaso soy yo, ya que cargo un pin de recuerdo,
y rozó su deseo. Pero quién dice que un deseo desea
su sueño o que en verdad quisimos siempre ganar dólares.
Cae ahora una llovizna que se siente como alguien que supo tocarnos.
Se anegarán las pistas y se alzarán las casacas con un gesto
donde se confunden desdén y benevolencia. El transporte
se retrasará y también se mojarán los broches de pelo,
con reverberación ebria. Todo salmo repudia la sobriedad de Dios.

 

EL SASTRE

Esta es una escena que pertenece a mi vida
pero no es mía. Ah! enigma que un cheque no responde.
Quise traducir los vasos arteriales
de los jubilosos en un ardor sin proporciones
pero por legalidad del aire llegaron
convolvulados vetos. Está bien sufrir,
nadie rechaza ese eterno jardín botánico,
solo que debe ocurrir en el propio cuerpo,
no en el halo de un ave circuncidada
posándose sobre un fusil. Igual dispara
y nuevas almas reconfiguran las modas del alto follaje.

En esta sublime vista existe demasiado apremio,
no hay tiempo de tirarse a un soldado contra natura.
Tenemos solamente cinco segundos para pensar.
Lo haré en los diferentes nombres de la Euphorbia:
flor de pascua, noche buena, corona del Inca, estrella
federal, pastora, y desde luego pensaré en ti,
amor mío, tronco recubierto de hongos,
puesto que el dolor es inferior a los líquenes.
Transcurren diez segundos y no sucede nada
salvo coitos entre condecoraciones. Después…
Yo digo, matemos a la tórtola si corona un pedestal.

 

EL POETA

Le digo a Johnny que no navegue cuerpos perdidos
si tiene canales acústicos donde, si gusta,
puede influir con la clemencia que arrastra
el sonido de los trenes expresos y yacer calmo
en esa longitud de onda. No obstante,
luego, de regreso a mis habitaciones,
contemplo interminablemente zapatos
pues bellos ausentes olvidan bello calzado
en las casas. Entonces es Johnny
el que me acusa de poseer un yo patético.
Saliendo de esta página, además, mi yo empeora,
se aburre de caminar cuadra tras cuadra
sin separar las duras ramas de los cipreses
en busca de profanaciones, y soy un transeúnte
extraviado en mi propio óvalo de indiferencia.
Los niños, eximios para prenderse fuego,
los farallones, donde meé cuando niño,
me observan con repugnancia y no me interesa,
si no retorno a la desesperación de esta hoja.
A lo lejos un oso me invoca —para mí todo
es muy lejos— y no le doy visiones ni agua.

 

 

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