José María Salazar: «Tenemos tanta información, y aun así nos cuesta comunicarnos» | Entrevista

José María Salazar Núñez. José María Salazar Núñez. Foto: Lee Poesía

Por Juliane Angeles Hernández
Foto: Lee Poesía

Que nos cueste comunicarnos en la era de la información pareciera una contradicción, pero no lo es. Tartamudo, el primer poemario de José María Salazar, aborda esa dificultad a partir de la tensión que existe entre la sobrecarga de información y el sujeto moderno: «yo soy esa nube que quiere decir algo a estas sombras / que me miran y se mueven por todo el panorama / mientras me quedo quieto».

Un sujeto que toma la palabra para intentar decir algo en medio del ruido, pero sabe que la palabra no es lo que precisamente lo salvará del caos: «aún no he encontrado el Word con las palabras para decirte”. Entonces, acepta la imposibilidad de decir.  Toma el asunto con humor.  Se ríe de sí mismo. Y termina reconociéndose, como «un fingidor», como diría Fernando Pessoa:  «estoy harto de las cosas que he hecho para no estar tan harto / escribir para viajar a otro planeta viajar a otro planeta para escribir dios orejas ojos neuronas / escribir es fingir /».

La dificultad que hay en Tartamudo es esa imposibilidad de decir en un mundo sobrecargado de información, pero también encontramos otra dificultad: la de no poder comunicarse con el otro o el ser amado. De ahí que el libro también se piense como un libro de amor.

Cada interpretación es válida. Sí, hay cierta conexión con el tema amoroso. Creo que es innegable. Hay un poema que se llama “El amor se mide en megas” y una constante referencia a un . Ahora que ordeno mis ideas, pienso que es un poco complicado confiar en la palabra. Estamos en un mundo en el que es difícil confiar en la palabra, porque es un mundo muy cínico. Creo que el amor y el poema, esa unidad que puede llamarse poesía, es parte de lo mismo. Es bien difícil referirse a cualquier cosa unitaria, conceptual o establecida, porque en teoría todo es relativo. Entonces, creo que el libro se entiende a partir de la idea de la imposibilidad de la comunicación y el amor. El libro habla y se burla de sí mismo por hablar.

La palabra te salva del desorden, de lo no nominado. Pero aquí estamos frente al caos de la información.

Exactamente. El sujeto habla porque no puede hacer otra cosa que hablar, pero sabe que hablar no lo va a salvar y eso causa humor y un contraste irónico. Pero no se queda solo en eso. El libro no se queda en esa ironía, en ese cinismo. Dice: “Ok, todo esto sucede y es imposible decir las cosas, pero aún así debemos seguir diciéndolas”. Y lo mismo con el tema del amor. Vivimos en un mundo donde el amor es fluido. Está toda esta idea de lo fluido. Pero seguimos dependiendo de estas cosas, solo que no de la misma manera. Creo que no hay que pecar de inocentes y pensar que todo se mantiene igual. Hay que buscar nuevos caminos.

Creo que ahora es imposible anclarse solo en lo literario. A eso me refiero cuando digo “nuevos caminos”.

Cuando dices “nuevos caminos”, ¿a qué te refieres exactamente? ¿Al uso de ciertos términos?

No solamente a las terminologías específicas, sino a cómo las usamos. Hay un verso que dice: “voy a cambiar el chip de mi celular y sentir que esto recién me empieza”. “El chip de mi celular” es algo que ya no es tan nuevo, pero el camino es lo que viene después, el sentir de que esto “recién empieza”. Es cómo se utilizan estos términos y cómo se construyen. Creo que el libro no se basa en referencias literarias para decir. Es un libro que va un poco en la onda de lo fuera de lo literario. Hay mucha influencia de la música. Tiene una lista en Spotify. No se ancla solo en lo literario. Y creo que ahora es imposible anclarse solo en lo literario. A eso me refiero cuando digo “nuevos caminos”.

Pese a que el libro no se ancla en lo literario, Maurizio Medo dice que te acercas a la tradición con el fin de restablecerla.

Es un poco complicado hablar de eso. Es un elogio y lo aprecio. Pero voy a hablar en general. Siempre es imposible no hablar de la tradición. Es imposible no hablar del pasado. Pero hemos llegado al punto de hablar de “parricidio”, lo cual me parece tonto. Ya no creemos en eso.

¿Es una visión personal o va de la mano con tus contemporáneos?

Es una visión personal a partir de lo que leo con mis contemporáneos. Por un lado: amar la tradición y seguir lo que dice la tradición. Por otro lado: destruir la tradición o intentar destruirla, porque es imposible. Creo que ahora no estamos en ninguna de esas opciones. Usamos la tradición a partir del presente. Eduardo Milán hablaba de la presentificación, que presentificamos las cosas que hemos pasado sin la deuda de decir “hemos matado al padre”. Decir “hemos matado al padre” es algo arcaico. Por ejemplo, lo que hizo Nicanor Parra. Él destruyó el poema y reconstruyó el artefacto. Por eso, si alguien viene a decir “voy a hacer un poema como habla la gente de la calle” suena arcaico. Porque ya lo hizo Parra y ya lo hicieron un montón después de él. El pasado siempre va a estar ahí. Es importante y necesario que el pasado esté ahí, pero ahora hablamos de una presentificación y de cómo se usa eso. Y en distintas poéticas contemporáneas se usa de diferentes maneras. Eso hace que ahora sea bien difícil hablar de una generación o unificación de propuestas, porque es tan libre esa idea de presentificación, que cualquiera la puede aplicar de la manera que desea.

A propósito de lo complejo que sería referirse a una generación de propuestas, ¿estás de acuerdo cuando se dice “poesía joven”?

A mí no me gusta mucho esa idea de “poesía joven”, en general. Me parece un poco condescendiente, porque la juventud es algo que dura muy poco. Entonces solo vas a ser poeta joven por ese tiempo y después vas a escribir de verdad. El Internet ha hecho que surjan autores muy jóvenes, menores que yo incluso, y autores más grandes. Creo que la cuestión etaria se ha perdido un poco. Dentro de eso, creo que es imposible no intentar hermanar autores o estilos. Pero incluso cuando intentamos conceptualizar hay muchísimas líneas. No hay raíz. Hay un concepto filosófico de Gilles Deleuze: el rizoma. Él habla de que las conexiones de esta época con rizomáticas, no hay una raíz, sino que van de un lado a otro. Creo que hay que analizar esas escrituras inmanentemente, pero dentro de eso es imposible no hermanar.

Muchos relacionan la “poesía joven” con referentes tecnológicos. Pero hay autores jóvenes y no tan jóvenes que usan estos referentes.

Ese es el error que he estado viendo. Ahora dices “poesía joven” y piensan en que tienes que utilizar “Google”, y no es necesariamente así. Incluso cómo utilizamos estos referentes es muy distinto. En mi libro lo utilizo de una manera, pero por ejemplo, Braulio Paz, un autor joven y arequipeño, que escribió Showman, utiliza estos referentes de una manera completamente distinta. El cómo utilizas la materia prima que tienes siempre varía y no tiene nada que ver con la edad. Hay un poema en el libro que dice “Aún no he encontrado el Word con las palabras para decirte”. Te puedes fijar en la palabra “Word”, pero para mí es más interesante el verso que sigue: “con las palabras para decirte”. Es decir, usamos todas estas tecnologías y no puedo decirte lo que quiero decirte. Eso me parece mucho más interesante.

¿Cuál es la intención del título? Podría pensarse, a primera vista, que está ligado a la tartamudez como condición.

“Tartamudo” es una excusa. La primera frase del libro es engañosa, porque dice “soy tartamudo”. Partí de la idea falsa de que este iba a ser un libro confesional y no termina siendo eso. Es justo ese juego. Voy a fingir que te puedo hablar del yo cuando hablar del yo es imposible. El tartamudo es alguien que conoce todas las palabras, y aun así no puede terminar de decirlas. De ahí la idea. Tenemos tanta información, y aun así nos cuesta comunicarnos, pero lo seguimos intentando. Esa tensión me pareció interesante. No tiene nada que ver con la tartamudez como condición.

 

 

SOBRE EL AUTOR

José María Salazar Núñez (Lima, 1994). Estudia Literatura Hispana en la PUCP. Estudió Literatura General y Comparada dos años en la Universidad Complutense de Madrid, donde ganó el premio de cuento Julio Cortázar 2014. Asimismo, ha sido mención honrosa en la categoría cuento de los Juegos Florales 2017 de la PUCP. Conduce y coproduce el programa Somos libros, seámoslo siempre del canal digital CNV.  Es parte del equipo editorial de Verboser. Tartamudo es su primer poemario.

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