Erika Martínez: “Hay una incomodidad sobre la forma en que las mujeres están transformando la literatura”

Erika Martínez Erika Martínez fue una de las invitadas al Hay Arequipa 17. Foto: Lee Poesía

Por Juliane Angeles Hernández
Foto: Lee Poesía

Erika Martínez cree que no es posible escribir poesía sin que esté atravesada por la identidad de género. No hay manera de evitarlo. «Incluso si te resistes también lo estás haciendo», explica. La poeta nacida en España publicó en el 2017 Chocar con algo, su más reciente libro, el cual ha cosechado buenos comentarios.

Se trata de un poemario que consta de cuatro secciones: Mujer que agita los brazos, Destierros, Nulípara y Diez intemperies bajo techo, y desde donde se desprenden potentes versos como: «Escribir da tanto miedo como hundir el tenedor en algo que te sostiene la mirada» o «Si insistes muchas veces en un solo movimiento, se produce un exceso que rompe el círculo o genera un aura de polvo: aquello que rebasa concierne a la lírica».

En Chocar con algo hay una claridad permanente y una vehemencia por decir y cuestionar. Estamos frente a una poeta que —como diría Octavio Paz en El arco y la lira— desarraiga las palabras de los menesteres habituales y las regresa en forma de poesía. La poesía de Martínez se caracteriza por su asperidad, que únicamente se traduce a un dominio notable del lenguaje.

Martínez fue una de las invitadas al Hay Arequipa 17, y en esta entrevista nos habla sobre el acto poético, las mujeres en la literatura y los ejes temáticos de su obra.


 

Se ha dicho que tu tono poético en Chocar con algo encuentra un equilibrio entre la inteligencia y la conciencia. ¿Crees que es así?

Tanto como inteligencia no llegaría tan lejos, pero si te diría que quizá este libro en comparación a los anteriores es un poco más especulativo, y también más imaginario. Creo que los poemarios anteriores eran más austeros y secos. Este libro tiene cierta voluntad filosófica, se mueve a medio camino por momentos entre la prosa y la poesía, y dialoga mucho con el fragmento y con el pensamiento. De hecho, siendo sincera, bebe mucho de otros géneros que he practicado, como el aforismo, aunque de una manera muy heterodoxa, porque de alguna manera trabaja los pensamientos del aforismo como si tuvieran una lógica rota.

El aforismo…

Curiosamente el aforismo es un género muy en boga en España desde finales de los 90′ a principios del siglo XXI, entonces no soy muy original en esto. Hay una escuela muy grande en España de práctica del aforismo, creo que solo comparable con la mexicana. Es un género muy minoritario, y sigue siéndolo, más minoritario incluso que la poesía si cabe, pero digamos que, dentro de la tradición contemporánea española, pues es un género que ha adquirido cierta importancia junto con México.

En tu poesía siempre hay mujeres. En tu libro Color Carne está presente lo femenino. En la sección Mujer agita los brazos de Chocar con algo cuestionas: “De la montaña que nos vedaron bajan hombres enloquecidos agitando sus manuales de razón trascendental”. En otro poema el yo poético se pregunta: “¿Desde cuándo se repite lo femenino?”, y dice: “Jugar a las muñecas supone la primera performance de tu vida. Diferentes mujeres representando dentro de ti las mismas escenas, renuncias, caídas de párpados”. ¿De dónde viene este interés?

Realmente no es una elección, no es que yo decida. El tema de lo femenino es muy importante y voy a hablar de esto. Me parece inevitable, porque creo que la poesía está atravesada por lo histórico, y creo que a finales del siglo XX y XXI la identidad de género sigue formando parte de lo histórico. Entonces cómo evitarlo, atraviesa los poemas sí o sí, luego está si tú te quieres hacer cargo de la forma en la que el género atraviesas los poemas, porque incluso si te resistes también lo está haciendo. Entonces es posible que mis poemas se hagan cargo de forma explícita porque vivimos una era de divulgación del feminismo, y lo digo en el mejor sentido de la palabra divulgación, y uno asimila parte de esa lucha, y se hace cargo voluntariamente de eso. Pero es que no es posible escribir poesía sin que esté atravesada por la identidad de género. Ahora, la forma en que la poesía está atravesada por la identidad de género es muy compleja. En algunos casos es explícita, como lo que tú has nombrado, pero en otros no. Yo parto de mi experiencia como mujer incluso cuando me pongo en el lugar de un hombre. A mí me gusta mucho la poesía narrativa, la poesía en la que habla un personaje concreto, si ese personaje es un monje budista del siglo XII o es un agricultor vietnamita, no quiere decir que la voz que habla no esté atravesada de mi propia experiencia femenina. Yo tengo derecho a travestirme, y lo hago desde mi experiencia histórica que también es femenina.

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Desde tu primer libro cultivas el verso rítmico. En Color carne hay endecasílabos y dodecasílabos. Algunos poemas tienen la estructura de la silva.

En realidad, el ritmo que yo utilizo no es demasiado tradicional, en el sentido de que no hay una estrofa concreta, sino una ida y venida con los metros clásicos. Se pueden encontrar endecasílabos sueltos o heptasílabos, pero mi último libro es bastante libre métricamente. Diría que casi todo lo que hay es verso libre o prosa. En ese sentido, casi hay un hueco de la métrica tradicional. Así que yo creo que la métrica tradicional va y viene como si fuera un acordeón en mi poesía, pero yo creo que en gran parte de la poesía contemporánea.

Lo familiar y lo cotidiano también son temas recurrentes en tu poesía. ¿Por qué hurgar en el contexto familiar?

Estoy especialmente interesada por la forma en la que cierta violencia colectiva y fantasmas colectivos pasan por debajo de la puerta hacia la intimidad, e impregnan lo familiar y lo amoroso. Eso es lo que hace que haya una presencia de los abuelos o de los padres dentro de mi poesía. Creo que siempre con cierta proyección histórica, o yo he pretendido que la tenga.

¿Crees que las escritoras son bastante invisibilizadas? ¿Cuál es la situación en España?

Yo creo la inmensa mayoría de las poetas españolas son conscientes de que ha habido una enorme cantidad de obstáculos para que las mujeres no solo fueran visible en el ámbito de la literatura, sino incluso para que escribiesen. Esa conciencia está extendida, cosa que no sucedía en generaciones anteriores, donde el activismo feminista formaba parte de una minoría. Y en muchos casos una minoría silenciada. Ahora sucede eso, por un lado, y de forma sintomática hay muchísimas más poetas publicando, abriéndose un espacio en lo público. Incluso respecto a mi generación, diría que la siguiente, la de las poetas más jóvenes que tienen entre 20 y 30 pocos años están escribiendo la mejor poesía española del momento. Esa es una consecuencia de la lucha feminista. Conviene no considerar que la lucha feminista se ha acabado y que no hay nada más que hacer. Hay que tenerlo muy claro. Por suerte, en esta lucha contamos con un enorme número de hombres que también forman parte de la vanguardia de género, y que están luchando codo con codo, porque son conscientes de que se juega mucho la emancipación del género, y ellos también como seres humanos.

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A las mujeres se les cuestiona porque escriben sobre el cuerpo, lo femenino o las relaciones de pareja. ¿Cómo tomas esta crítica?

Hay una incomodidad enorme sobre la forma en que las mujeres están transformando la literatura. El canon literario ha sido formado por la sensibilidad masculina. La forma en que las mujeres están cambiando la poesía -que no quiere decir que sea una, porque cada mujer es un mundo y no todas estamos de acuerdo en cómo hay que escribir poesía- incomoda, porque forma parte del cambio. Si no incomodara no habría ningún tipo de subversión. Está bien que suceda así.

¿Cómo suele ser tu proceso creativo?

Cuando uno se sienta a escribir un poema ya lleva mucho tiempo gestándolo de forma inconsciente. Pienso que hay cosas que suceden en la vida que tienen que ver con la experiencia histórica, biográfica o la anécdota del día a día, y empieza a entretejerse en la mente de uno, hasta que de repente algo dispara la estructura del poema, y uno se sienta a escribir. Entonces uno trabaja con un material inconsciente y de forma voluntaria, y a partir de ahí corrige hasta el infinito o hasta que el editor te arranca el libro de las manos y te dice ‘para de corregir que esto va a imprenta’. En mi caso funciona así. Me gusta a forzarme a escribir.

¿Corriges mucho?

Sí, claro. No existe ningún poeta que no se corrija. Uno escribe un poema durante años. Se puede hacer un borrador de golpe. Sentarse y escribir unos 15 poemas en una semana o dos, lo veo difícil, pero puede ocurrir. A partir de ahí uno tiene que trabajar el borrador hasta el infinito.

Los poetas siempre están escribiendo. ¿Cuánto has tardado en publicar entre un libro y otro?

En mi caso he tardado entre dos o cuatro años entre un libro y otro. Hay gente que considera que esto es mucho, otros que es poco. Es muy subjetivo. En verdad no importa cuánto tarda uno en escribir un libro. Hay maravillosos poetas que son fértiles, y que publican muchísimo. Estoy en contra de esa gente que descalifica a un escritor porque publica mucho. Tampoco estoy de acuerdo con la teoría contraria. Hay gente que tarda ocho años en escribir un libro, y el libro resulta malo.

Hay una crítica contra un sector de la poesía joven española. Muchos de estos poetas han pasado de las redes sociales o la música al papel.

El fenómeno al que aludes es un fenómeno inaudito. Ha surgido una serie de poetas relativamente jóvenes. Muchos de ellos no son tan jóvenes. Se mueven entre los 20 y 40 años. Están siendo leídos por gente joven, en muchos casos adolescentes, que nunca habían leído poesía, y están empezando a leerla. En principio hasta aquí es fabuloso, porque nunca nadie ha leído mucha poesía. Ahora nos encontramos colas de adolescentes que parecen que van a escuchar a Justin Bieber, y no, lo que van a escuchar es poesía. Lo que sucede, en muchos casos, es que esos poetas son considerados no de extrema calidad. Poetas que provienen del mundo de los cantautores o de la poesía en escena. La mayoría no son performers, pero sí que son poetas de escenario. Entonces la efectividad de la palabra en escena forma parte de su éxito. También hay gente que viene de las redes sociales que ha tenido mucho éxito en canales o en YouTube.

SOBRE LA AUTORA

Erika Martínez (España, 1979) Es doctora en Filología Hispánica y licenciada en Teoría de la Literatura por la Universidad de Granada. Con su primer poemario, Color carne (Pre-Textos, 2009), obtuvo el Premio de Poesía Joven Radio Nacional de España. Su segundo poemario, El falso techo (Pre-Textos, 2013), fue escogido como uno de los cinco mejores poemarios del añor por los críticos de El Cultural. Como aforista, ha publicado el libro Lenguaraz (Pre-Textos, 2011) y ha sido incluida, entre otras, en las antologías Pensar por lo breve ( Trea, 2013), L’aforisma ins Spagna (Torino, 2014) y Bajo el signo de Atenea (Renacimiento, 2017). Actualmente es profesora de literatura hispanoamericana en la Universidad de Granada.

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